Muchas personas experimentan demasiado tarde que su familia es la fuente más importante de su realización. De pronto, en un momento de descuido y de ausencia, descubren que lo han perdido todo. Y es que, engañados muchas veces por tendencias que promueven el libertinaje en todos los órdenes, empezando por las prácticas de las relaciones prematrimoniales, lo frívolo de la infidelidad o, simplemente, el huir de las «cadenas del matrimonio», caen en un vacío pasional, en vicios o simplemente adoptan una actitud de desprecio a la posibilidad de formar una familia.
Formar Una Familia
Para formar una familia hay que entender los profundos procesos humanos que favorecen una mayor identidad con el otro, la compenetración de la vida; hay que cobrar aliento pensando en la historia que se puede ir construyendo en común; hay que alimentar la relación compartiendo la intimidad, y la intimidad más honda se llama amor.
Todos los seres humanos dependemos vitalmente del amor. Amor que se expresa en formas múltiples, como es la aceptación sin condición, el aprecio, el entendimiento, la comprensión, la preocupación y el cuidado del otro.
¿Estás Dispuesto a Entregar Todo?
Los lazos de dependencia y complementación fincados en el amor son los que satisfacen plenamente al alma. El que ama está dispuesto a darse y a entregar todo lo que él es; asimismo, se capacita para recibir el amor con corazón generoso. Esta dinámica de dar y recibir es la que permite la realización auténtica del ser humano.
Pero, así como puedo disponerme a entregar lo más valioso de mí, también puedo desperdiciarlo o ponerlo en juego de forma irresponsable. El amor vale tanto que debo depositarlo en el ser o seres que más lo puedan apreciar <<no eches las perlas a los puercos», es bastante brusca, pero cobra sentido si consideramos que el amor es la mayor riqueza que podemos ofrecer.
En el transcurso de la vida matrimonial se puede ir entendiendo cabalmente este proceso de amar y de recibir amor, porque se da en toda su extensión y entrega. El entendimiento, la aceptación y la búsqueda común, que puede manifestarse en la justa y pura entrega conyugal, se da en el matrimonio.
¿Dónde se puede pedir, expresar o entregar legítimamente la intimidad como en el matrimonio? ¿Dónde se entiende, se vuelve virtuosa y se expresa con tanta fuerza y claridad la intimidad vuelta amor como en el matrimonio?
La Infidelidad Termina Con la Familia
Es por eso que la infidelidad será siempre un proceso injusto, egoísta y destructivo del matrimonio. La infidelidad termina con el amor de la pareja. El cónyuge que ha fallado se vacía sin darse cuenta y termina, generalmente, hundido en la frustración. Y es que, al entregar su intimidad gratuitamente, en una relación fugaz rompe poco a poco el lazo familiar, que es mucho más valioso.
La Fidelidad Fortalece a la Familia y a las Personas
Al reforzar el matrimonio surge un fenómeno también invisible al principio, pero más poderoso y profundo que el anterior: las almas que se entregan con ternura y generosidad acaban por ser, sin buscarlo, las más felices y fuertes.
Todos lo hemos experimentado. Cuando sabemos que el otro esta al pendiente de nosotros, de nuestros gustos, anhelos, preocupaciones, trabajos, o simplemente, de nuestra historia, nos sentimos valorados, amados, tomados en cuenta. No existe peor soledad que el éxito personal que no se comparte, o el correr por la vida no perteneciendo a una persona, una familia, o a una comunidad.
La intimidad generosa, compartida, llena la vida y el alma. Una pareja que se ha sobrepuesto a dificultades y tiempos de crisis, que ha permanecido unida en las buenas y en las malas puede decir: «basta tu presencia, basta que estés en mi corazón, en mi mente o en mi proyecto para sentirme acompañado y acompañarte. Sólo esto basta y por eso estoy completo y vale la pena ser y vivir.»
La Mejor Inversión <La Familia>
Por esto, cuando una persona ha logrado entender la riqueza del matrimonio y la fidelidad, cuando ha trabajado por construir una familia, sin duda, ha invertido en su mejor empresa. Algunos quizá hayan avanzado en varios campos de su vida, pero se han equivocado al descuidar la mayor fuerza, la que es verdaderamente importante: la familia.
Si hemos ganado un premio por el esfuerzo aplicado en el trabajo o en los estudios, algo bueno obtendremos de ello; cuando somos reconocidos por los amigos o dentro del ambiente profesional, el esfuerzo que empeñamos queda recompensado. Pero nada es más grato, que el hecho de que mi esposa, o esposo en su caso, mis hijos, mis padres o hermanos estén permanentemente involucrados en mi vida cotidiana. O cuando somos nosotros los que compartimos con los nuestros sus éxitos y fracasos, sus luchas y sus momentos de tranquilidad. Esto refuerza nuestra personalidad y autoestima, pues amamos y nos sentimos correspondidos.
Feliz el que puede exclamar: «Soy fuerte porque me aman, porque soy esperado por los míos en el cálido refugio del hogar, porque ocupo un lugar en su intimidad y en su espacio. Soy fuerte porque soy de ellos. Soy verdaderamente fuerte porque mi seguridad está en mi matrimonio y en mi familia.»
<Lic. Fco. J. Gonzalez Graza>