La Familia del siglo XXI en el años 2022 y subsecuentes

Hablar de la familia en el siglo XXI es importante para cualquier sociedad del mundo. Es un tema trascendente en la ONU, en los países pobres o en los países ricos, en la Iglesia, ¿Qué valor real le ha dado el gobierno, la sociedad, el hombre?

Cuando hablamos de la situación de la sociedad actual, generalmente se dice que hay crisis de valores. Sabemos que el núcleo de la sociedad es la familia; entonces, la crisis social parte de una crisis familiar.

Aspectos que denotan esta crisis en la familia son:

  • Alto índice de divorcios.
  • Alto número de madres solteras.
  • Decadencia en los valores.
  • En el matrimonio y en la familia no hay comunicación, se vive en el egoísmo.
  • No se toma en cuenta a Dios, no se ora, no se da importancia a lo espiritual.
  • La escala de valores está invertida, se da prioridad a lo material.
  • Tendencia hacia el libertinaje, tanto del esposo y la esposa como de los hijos.
  • Jóvenes a temprana edad hundidos en drogas, vicios, pandillas, etc.
  • Gran número de mamás trabajando fuera de casa, ¿Quién atiende a los hijos?, ¿quién los educa? El trabajar fuera de casa, ¿es por necesidad o solo por el desarrollo profesional de la mujer?

La mujer por naturaleza está a cargo de los hijos desde la concepción. Durante el embarazo y el parto es la mujer quien lleva en sus entrañas al hijo.

Es importante y necesaria la presencia y el apoyo del papá en la educación y formación de los hijos, pero la mujer tiene una vocación muy especial al ser madre, y hoy en día se debe aprender a vivir ante este gran desafío de ser mujer, madre y empleada.

El asunto no es estar en contra del desarrollo profesional de la mujer; sino en contra del abandono de los hijos; nadie se hace cargo de su formación en los valores, en lo espiritual.

La Sagrada Familia

Se cree que con que asistan a la escuela es suficiente y, en realidad la responsabilidad de la educación de los hijos no es de la escuela sino de los padres: es la familia la primera escuela de virtudes y valores, escuela de servicio, de comprensión, de amor; pero tristemente puede convertirse en escuela de egoísmo, de desilusión, de enfrentamientos, de violencia.

Algunos estudios definen a la familia como un grupo de personas emparentadas entre sí, que viven juntas. Nuestra Iglesia, la gran familia de Dios, nos dice que la familia es una iglesia doméstica done está la presencia de Cristo, se vive el amor y la comunión de sus integrantes.

La familia es la célula de la sociedad y los esposos (el matrimonio) son los que dan vida a esa familia, así que el papel que juegan marido y mujer es esencial para la felicidad de una familia.

Prepararse para casarse

Por lo anterior lo primero que hay que comentar es que para contraer matrimonio, hay que estar preparados.

Los jóvenes normalmente no se preocupan por estudiar, por saber lo que significa casarse, y sólo se tiene una «preparación» para la fiesta; por requisito se asiste a las pláticas prematrimoniales, pero no se asiste convencido, porque se ignora lo que en realidad es el matrimonio, la familia, la responsabilidad de los hijos, lo que es vivir con miras a la santidad.

«Como todos se casan, yo también», suelen comentar algunos jóvenes.

En muchos casos, se limita el matrimonio a gustos, se cree estar enamorado y sólo se ve lo físico del novio o de la novia. En los últimos tiempos se le va dando un valor desmedido al aspecto sexual y algunos consideran que lo es todo.

Existe una gran ignorancia, apatía e indiferencia hacia la preparación para descubrir si el matrimonio es la vocación más conveniente.

En realidad el matrimonio es una vocación, es un estilo de vida rico en bendiciones, pero con grandes responsabilidades. Responsabilidades en lo humano, así como en lo espiritual.

En estos tiempos en que se vive tanto «a la carrera» tan de prisa, se le da todo el tiempo al trabajo, a diversiones, a los vicios y casi nada a Dios, a la oración, a los sacramentos, a la Santidad

Hablar de la luna y las estrellas

Entre jóvenes las con versaciones giran en torno a la moda, al internet, al Nintendo, a las telenovelas, los artistas, las canciones, los bailes, los bares, los muchachos y toda la sociedad están inmersos en el ruido, en las actividades.

El noviazgo, es una etapa de conocimiento, de reflexionar si en realidad con esta persona quiero vivir «hasta que la muerte nos separe».

Es bueno hablar de las cosas bonitas: de la luna, el sol, las estrellas; pero es más importante platicar sobre qué se piensa del matrimonio, de la sexualidad, de los hijos, de la familia, de un proyecto de vida, de ideales, y no solo decir: «Te extraño mucho, no puedo vivir sin ti, que bonitos ojos tienes.

En el noviazgo hay que ser transparentes y serios, no superficiales.

Es importante ver a la novia o al novio como un ser humano que tiene dignidad y que requiere respeto, comprensión, aceptación y sobre todo, derecho a vivir los valores cristianos en compañía de su pareja.

El que tiene novio o novia, inicia su preparación para descubrir su vocación. Es conveniente platicar con matrimonios que se distingan como ejemplo a seguir, cultivar las amistades que ayudan a crecer, a desarrollarse plenamente, a unirse a Dios: son las que vale la pena conservar.

Las amistades que se hunden en vicios, en el pecado, que alejan de Dios, no deben influir en las decisiones del noviazgo.

Integración conyugal

Durante nuestro noviazgo, gracias a estar en las cosas de Dios y al lado de personas que nos daban testimonio práctico del amor de Dios, de ser fieles y respetuosos a El, a nuestros semejantes y entre nosotros mismos, poco apoco fuimos discerniendo nuestra vocación al matrimonio.

No fue nada fácil, pero a través de la oración fue como encontramos que nuestra felicidad estaba en el matrimonio. Antes del matrimonio, nos preparamos humana Y espiritualmente, a través de lecturas, de pláticas, del curso del método Billings.

Descubrimos que en el matrimonio hay grandes bendiciones, momentos muy felices, pero también conocimos nuestras responsabilidades y los compromisos con Dios, con uno mismo, con el cónyuge y con los hijos.

Nos fuimos conociendo en nuestras virtudes, en nuestros defectos, nos dimos cuenta que hombre y mujer somos diferentes pero complementarios. Es conveniente conocer y aceptar estas diferencias para no tener enfrentamientos o malos entendidos, porque muchas veces ocurre que «yo pensé que tu pensaste» algo que no era, o se cree que no es necesario decir un determinado mensaje, que en realidad es importante.

Ser felices… ¿es posible?

La juventud, el matrimonio y la familia de hoy en día, son «bombardeados» por la televisión, las modas, las revistas. Y eso no es todo: alejan de la realidad. Los medios incitan a vestir, actuar y vivir como lo hace el artista del momento.

¿Dónde queda la personalidad, la inteligencia, la voluntad, la afectividad? Particularmente el joven desvirtúa su autenticidad, trata de dar apariencia de vestir,  actuar y vivir como todos lo hacen.

Como ya mencionábamos, los esposos somos la fuente de la familia. Muchos nos casamos diciendo «Yo me casé para ser feliz». Es una forma egoísta de llegar al matrimonio, ya que debemos estar convencidos de que nos casamos para «hacer feliz al cónyuge».

El Sacramento del matrimonio es un acto voluntario de amor, en el que decidimos unir nuestras vidas, ante Dios y ante la Iglesia, para siempre. Dios y la Iglesia son testigos de nuestra decisión.

Libremente decidimos ser felices, respetarnos, amarnos, en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las tristezas.

Todo esto fue un acto de nuestra voluntad, por lo que debemos alimentar y cultivar esa voluntad: voluntad de ser fieles, de amar, de no claudicar ante el primer problema.

Actualmente, muchos jóvenes llegan al matrimonio «derrotados»: «si no nos va bien, sino resulta, nos separamos». Ya desde el principio están pensando en la salida fácil y rápida.

Dios está presente en nuestro matrimonio si lo invitamos e invocamos su presencia. Él bendice nuestra unión. El demonio se mete con todo lo relacionado al matrimonio, porque sabe que el matrimonio es obra de Dios.

Se cultiva el matrimonio en el amor, el respeto, la comprensión, la aceptación, la comunicación. Como un árbol, es necesario alimentarlo, abonarlo, podarlo, cuidarlo; si no se le pone agua, si no tiene sol, buena tierra, si se deja se marchita, debilita y muere. Los esposos somos los jardineros atentos, que cuidan para que el matrimonio y la familia, sean un espléndido jardín y no ramas marchitas y secas.

Como testimonio de vida, hemos podido reflexionar lo anterior con otros matrimonios comprometidos en las cosas de Dios, cuyo proyecto de vida, al igual que el nuestro, es procurar un matrimonio santo y una familia santa. Es conveniente cuidar el aspecto humano, la convivencia, el respeto, pero el aspecto espiritual en nuestras vidas es fundamental.

La oración personal, la oración conyugal y familiar nos ayudan a tener ese contacto con Dios, entre esposos y con los hijos. Leer y escuchar la Palabra de Dios, mes con mes tener un diálogo conyugal en la presencia de Dios, es un empeño de confianza porque sabemos que Él nos ayuda conocernos más, a realizar una evaluación de nuestras vidas y sacar compromisos concretos para crecer en lo espiritual y en lo humano.

No es fácil. Se necesita voluntad para renunciar a determinadas comodidades o gustos, dedicar tiempo a la oración, en lugar de estar horas frente al televisor, ser disciplinados y constantes en esta formación familiar.

Familia, mamá, papá e hijos

Padres e hijos

Dios le da a la familia muchas bendiciones, y un don muy especial son los hijos. Dios manda un hijo como fruto de amor, como algo inesperado, o en algunos ocasiones como algo no deseado, pero con el hecho de sentir su presencio en el seno materno se reconoce el milagro de la vida; es maravilloso estar ante el nacimiento de un hijo, porque se ve la grandeza de Dios, la perfección de la creación de un ser humano, sangre de nuestra sangre, carne de nuestro carne y que con el bautismo se hace hijo de Dios.

Son seres humanos y toca a los padres guiar en los valores esenciales de la persona, en los valores morales y en los espirituales; es decir, es importante guiarlos en los buenos hábitos del comportamiento, así como en la responsabilidad y sobre todo en amar a Dios.

En todo esto, cada miembro de la familia debe cumplir con responsabilidad su función; los papás heredarán a sus hijos lo más importante: su amor; es decir, en la medida que se amen, y que sus hijos lo noten, será como sus hijos aprenderán a amar y vivir en el amor.

Los pequeños detalles son aspectos importantes a cuidar, porque «quien es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho», haciendo con amor cada cosa, se va formando la madurez de cada miembro de la familia.

Los hijos que ya están en la adolescencia deben colaborar en la casa, pues es muy común que a esa edad no quieran apoyar en aspectos de organización y limpieza, no quieren tener responsabilidades; pero los padres deben infundir en los hijos desde pequeños, la importancia de colaborar cada miembro debe tener determinadas responsabilidades dentro de la casa.

La familia tiene dos grandes modelos a seguir:

El primero es el de la Santísima Trinidad, que nos impulsa a vivir en comunión de amor, de unidad, de grandeza, de santidad;

El segundo es la Sagrada Familia, el esposo tiene el modelo de San José, hombre justo, trabajador, cabeza de su familia, responsable de María y de Jesús. La esposa el modelo de la Virgen María, con sus virtudes de humildad, sencillez, obediencia a la voluntad de Dios. Los hijos tienen como modelo a Jesús, obediente y respetuoso de sus padres, a ellos sometido.

El Señor Hizo Maravillas

Al escribir estas cuantas líneas reconocemos que Dios ha obrado grandes maravillas en nosotros, como esposos y como padres. A través de varias personas, instrumentos de Dios, nos ha permitido vivir en profunda felicidad, estando en las cosas de Dios, haciendo su voluntad: mucho nos ha dado por añadidura, somos una familia con tres hijos; en lo cotidiano nos enfrentamos a las grandes responsabilidades de educar en la fe a nuestros hijos, son pequeños, pero estamos convencidos que la educación empieza desde la concepción; no es nada fácil, el cansancio, los berrinches de los niños, los malos entendidos, las llamadas atención entre esposos y hacia los hijos.

Con gran sorpresa hemos recibido las correcciones de los niños. Somos una familia que nos sentimos amados por Dios y por la Virgen María: tenemos en especial cariño hacia Ella; nos hemos encomendado a su protección.

Entre cantos, risas y en ocasiones lágrimas, estamos trabajando día con día en el caminar que nos llevará a Dios, nuestro proyecto de vida es ser una familia santa, es por eso que no dejamos de orar ni de asistir a la Celebración Eucarística cada Domingo.

Estamos convencidos que es una gran fiesta y es el mismo Cristo quien nos invita. Estamos tratando que los niños vean y vivan la Misa con alegría; no es fácil, por la dad que tienen se cansan, se inquietan, pero confiamos que con el testimonio y con la enseñanza de la fe, ellos amarán a Dios y se despertará en ellos el deseo y la necesidad de ir al encuentro del Señor.

Misiones Culturales de México AC

< Gustavo y Sofía >

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